Aun en casa, en la casa de nuestros padres o abuelos, por muchos años vividos en cualquier morada, nuestra estancia en esta vida postadánica ha sido y será efímera frente a la eternidad: un viaje pues, ha sido nuestra vida, que dura poco aunque mucho parezca que se dilate. Una terquedad entonces nuestros intentos de eternizar lo perecedero. Todo resulta vano frente a la cuestión, urgentísima y de suprema importancia, de nuestra salvación: la victoria sobre la muerte, que no puede ser tal un prodigio humano -como la pretendida ciencia de un Empédocles- sino que sólo puede provenir de Dios y de su don gratuito. Semejante concepto que la tradición judeocristiana ha insistido en anunciar en este mundo de fugaces devenires, sin duda ha revolucionado ya nuestra humanidad
Y pasan las horas, y hoy celebramos el inicio de un nuevo año. Todo inicio es un momento importante para reflexionar sobre la renovación, la necesidad de metanoia