Una obra auténticamente divina, el Messiah eleva los espíritus atentos, con la misma vehemencia con que su partitura mueve a los intérpretes que, absortos, parecen danzar y alabar devotamente al más grande Lord, mientras ejecutan el apasionado y magnífico himno, como vivas imágenes de un coro celestial en esta tierra.
El Messiah dignifica nuestra vida humana con la perfección de su belleza melódica, su alcance es indudablemente universal: vivifica las almas como agua fresca con su fértil espiritualidad.

¿Habrá quien no escuchará nunca el Hallellujah del Messiah?