martes, 12 de febrero de 2008

La prédica de los titanes

Amanecía con una calma inusual, desconcertante como el ojo de un violento huracán. Súbitamente, la tierra se sacude con esa furia titánica que siempre tiene un dejo apocalíptico: 6.6 grados en la escala de Richter han bastado para provocar gritos, lágrimas y hasta arrepentimientos cuaresmales. Como en los primeros tiempos de la humanidad, la naturaleza nos interpela con sus exabruptos, su fuerza pavorosa por momentos ha sido más convincente que la fina y elocuente retórica de los santos predicadores.