Venció la soledad y la cerrazón.
Entregó generoso su tiempo, y sin darse cuenta, hasta su corazón.
Con esfuerzo limpió las heridas y sostuvo la debilidad ajena.
Se tragó sus penas para regalar la alegría a los entristecidos.
Quería ser agradecido con quien lo había redimido, imitándolo.
Quería poder amar más, así que se encomendaba al Amor y Redentor.
domingo, 14 de febrero de 2010
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