En la pobreza, imploró, sufrió la gravedad de carecer hasta de lo necesario.
En la saciedad comprobó que la abundancia no es la felicidad.
Cuánto tiempo perdido había gastado entretenido con cualquier mundana bagatela...
Pero todo se trataba de Dios -pensó al final de sus días.
De Él era toda la felicidad -concluyó entre lágrimas.
jueves, 27 de marzo de 2008
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