lunes, 2 de marzo de 2009

Valor y virtud

Cada vez más me sorprendía su inquebrantable y esmerada valentía. Tanta fe en un mundo descreído. Así, prodigando tanto amor gallardamente en ese principado de la envidia y la discordia; enseñando tal fortaleza, cuánta sabiduría y virtud, abriéndose paso entre la maleza de vanidades y violencias, sin arredrarse por el horror de los tiempos. Los músculos de su alma tan fortalecidos por nadar a contracorriente, su mirada tan clara, su piel curtida por el sol, sin huecas pretenciones ni arrogancias cultivaba ya el heroísmo por necesidad.

El triunfo de la Iglesia