domingo, 18 de octubre de 2009

Día de San Lucas

Letras de misericordia que pintan vívidamente
las cosas tal como son, pulido, espejo excelente
del médico de las almas, de su sabiduría llena
de profundidad, resplandor y fuerza colosal.

sábado, 17 de octubre de 2009

Ser persona

En medio del torbellino desquiciante del siglo, contaminados de una despersonalización creciente en todos los ámbitos de la vida humana, en estos días nos cuesta trabajo entender el ser "persona" de Dios, se confunde con un barato antropomorfismo, porque antes se ha olvidado la dignidad de la persona, repetidamente se ha negado su puesto privilegiado en la creación. Dios no puede ser menos que lo superior del cosmos: el ser persona, ser consciente de sí mismo, libre y creador, con inteligencia abstracta y racional, capaz de identificarse con un nombre -que enfatiza su autonomía existencial-, apto para denominar y explicar las cosas, entre todos los seres vivos es único en su capacidad de dar razón de sí mismo y de las cosas. La persona posee una especial dignidad de poder ser un sujeto en medio de los objetos, tiene tal libertad, por eso hace ciencia objetiva o crea arte original, respira la trascendencia y lo sublime, contempla y medita, como una suerte de Proteo hasta se transforma y recrea a sí mismo.

Persona

viernes, 16 de octubre de 2009

Todo sale a la luz

Y es que podemos ser tan estúpidos, tan vanos y ridículos, que nuestro egoísmo mostramos sin discreción, de buena gana hacemos gala de nuestra soberana estulticia, porfiadamente nuestra soberbia exponemos sin velos... por mucho que tratemos, ni la hipocresía logramos esconder bajo antifaces: más temprano que tarde, todo sale a la luz.

jueves, 15 de octubre de 2009

Conocí a Horacio

Conocí a Horacio mientras huíamos veloces, habiendo ya tirado los escudos y el valor, vencidos en la doble batalla de Filippos. Venía yo de morder -literalmente- el polvo: con la misma boca que había proferido antes tantas ardorosas y altivas amenazas, promulgando banalmente la victoria anticipada.

Fuera ya de peligro, recuerdo que en algún momento vimos pasar a un hombre mayor que evocó en Horacio la figura de su padre. Entonces, con singular alegría adornada de su inmejorable elocuencia, me habló de las virtudes y enseñanzas de su bienamado padre: de cómo habiendo sido esclavo conoció merecidamente la libertad, de cómo tan pobre procuró enriquecer siempre el alma de su descendencia... Entusiasmado y lleno de memorias y nostalgias, me relató con su palabra precisa de acabado poeta todo el brillo y la calidez del amor que sentía por su padre.

Yo, en medio de una urbe caótica de pensamientos, arruinado y más que nunca derrotado, no pude hacer otra cosa más que llorar como un niño frente a Horacio. Yo no había honrado en justicia ni a mi padre ni a mi madre. Yo era un mal hijo, confundido por el enceguecedor egoísmo que impide a los hijos amar y honrar a quienes deben como se debe. En tales momentos al fin perdoné a mis padres de tantas faltas que yo acusaba injustamente, ahora yo tendría que buscar su perdón.

Horacio paternalmente consoló mi desgraciada situación. Sus palabras limpias, llenas de lirismo, poderosas, resplandecían en mi mente, iluminando de esperanza nuevos caminos, esclareciendo el sentido de tantas cosas que ignoraba o había olvidado.

sábado, 10 de octubre de 2009

Rapto contemplativo en tres actos

Entrar en un lugar conocido como se entra en un lugar desconocido, con ese raro sentimiento de extrañeza e incertidumbre: todo puede pasar.

Sentirse ignorante y totalmente rebasado ante un misterio -milagro incomprensible- que ha irrumpido con vehemencia entre los trastes y trebejos de la cotidianidad.


Incansable contemplar, incesante (ad)oración: vencido por la belleza increada.