sábado, 17 de octubre de 2009

Ser persona

En medio del torbellino desquiciante del siglo, contaminados de una despersonalización creciente en todos los ámbitos de la vida humana, en estos días nos cuesta trabajo entender el ser "persona" de Dios, se confunde con un barato antropomorfismo, porque antes se ha olvidado la dignidad de la persona, repetidamente se ha negado su puesto privilegiado en la creación. Dios no puede ser menos que lo superior del cosmos: el ser persona, ser consciente de sí mismo, libre y creador, con inteligencia abstracta y racional, capaz de identificarse con un nombre -que enfatiza su autonomía existencial-, apto para denominar y explicar las cosas, entre todos los seres vivos es único en su capacidad de dar razón de sí mismo y de las cosas. La persona posee una especial dignidad de poder ser un sujeto en medio de los objetos, tiene tal libertad, por eso hace ciencia objetiva o crea arte original, respira la trascendencia y lo sublime, contempla y medita, como una suerte de Proteo hasta se transforma y recrea a sí mismo.

Persona

2 comentarios:

quique ruiz dijo...

¿A qué le llamas un barato antropomorfismo?

JBF mx dijo...

El antropomorfismo típico de las relgiones politeístas me parece barato, en el sentido de que "se logra sin esfuerzo" es una posición fácil, egocéntrica y comodina. Hacer a Dios a mi imagen y semejanza.

En cambio, decir que Dios es persona, es el gran 'descubrimiento' judeocristiano: no es la posición inicial y facilista, sino el resultado de una larguísima y rigurosa reflexión de lo sagrado, íntimamente unida a la vivencia religiosa -verdadero estilo de vida-. Esta reflexión es también la reconciliación de la razón con la fe, lo mismo en Maimónides que en Averroes, lo mismo en San Agustín que en Santo Tomás.


Mucho se ha dicho del gran paso civilizatorio que significó la irrupción del monoteísmo. Pero poco se dice de que el monoteísmo venía desde el principio con la noción de un Dios-Persona, que interviene en la historia y se ocupa de los suyos, un Dios que ha decidido dotar al hombre de su propia imagen y semejanza, como el artista libremente decide que plasmar en el lienzo, si un paisaje, o bien, su propio retrato.