De noche, mar de focos, ríos audaces de faros, todo un festín de neones y tungsteno: con egoísmo y soberbia sin disimulo la luz de la gran ciudad oculta la luz de las estrellas, menos se ven planetas o cometas en esa niebla opaca de luz artificial... Sí, las metrópolis de tan grandes nos encierran en los lindes asfixiantes de su urbanidad. Miopes ante el cosmos y demás esferas, reacias a la trascendencia del espíritu. Las magnas metrópolis como carceleros autistas encarcelados en sus propias jaulas de asfalto, cemento y electricidad.
No nos dejan ver cuántas cosas las grandes ciudades...

(Foto: Jason Combs)