miércoles, 16 de enero de 2008

Éxodo por un desierto en llamas

Éxodo por un desierto en llamas.
Naufragio en una isla de lágrimas.
Nómadas por valles de pavor y miseria.

Cárcel de marítima amargura.
Exilio, misterio de encarnación.
Odisea ancestral de la vida humana.

Heridos inevitablemente por la misericordia.
Clavados por necesidad a la esperanza.
Unidos a Ti, aun en la distancia, por la fe.



Árabe

El mundo es un terrible desierto

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

(Sor Juana Inés de la Cruz)


El mundo es un terrible desierto, a duras penas la vida espiritual puede abrirse paso -con dificultades y sinsabores- entre las ardientes arenas y el clima extremo de las pasiones. Hostil a la vida verdadera del espíritu, este mundo rivaliza y conspira contra la humanidad, contra lo auténticamente humano. No es fortuito, mira quién ha sido llamado tradicionalmente como su “príncipe”. Por lo mismo los verdaderos monjes y frailes se abstienen de la vida mundana, su renuncia es la reivindicación del espíritu, expresión de su sabiduría que trasciende toda la inmensa vanidad del mundo.

Arenas que silban, diminutas y finas, por el viento -parecen pronunciar letras arcanas de un idioma sacro-, abundantes arenas de ocre, a veces de sangre, forman curiosas siluetas, serpentinas: con todo y su belleza, ninguna otra cosa se ve en este árido e infértil paisaje, más que la arena y ese vaho que forma los espejismos. Nada más se ve y eso que alcanzo a ver un horizonte lejano…



Árabe