I.
Con gran emoción, pero con cierto luto, partimos de Tierra Santa rumbo al aeropuerto de Frankfurt. Quería conocer Frankfurt, pero teníamos apenas menos de dos horas: había que esperar dentro del aeropuerto para tomar el avión que nos llevaría a Barcelona. Aunque insistí, la prudencia se impuso. Ya en el segundo avión, volando hacia la tierra de Gaudí, me quedé dormido a los pocos minutos. Un sueño lúcido comienza: ahí sí logro salir del aeropuerto, el clima está nublado y un fabuloso ventarrón llega con violencia inesperada hasta elevarme por los aires rumbo a un sueño nuevo, más profundo, tan vívido que cuesta pensar que no sea realidad: sumergido en el fondo del mar, frente a mí los cardúmenes se agitan y bailan colmando mis ojos con la oceánica maravilla que sólo allí reposa.
II.
Han pasado nueve años y el sueño de los peces volvió a mí. Y pensar que había dudado, por el frío del agua, por cansancio, por simple comodidad. Sin muchas ganas me sumergí en las aguas del oceáno pacífico, en Huatulco. A los pocos metros, entre las rocas, encuentro unos bellos peces que me llevan a seguir buscando más adentro. Al poco tiempo de nadar, frente a mí cardúmenes completos me envuelven con su hermosa danza en el escenario inmejorable de corales y colores de ensueño, todo tan vívido que cuesta pensar que sea realidad.
martes, 3 de febrero de 2009
Sueño profundo
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