sábado, 22 de noviembre de 2008

La calma y el silencio

Hasta las musas habían descendido a la tierra de los mortales, atraídas por las palpitaciones de ese pobre y humano corazón, hasta ellas, esparciendo flores y cantos por doquier. Había nacido una ilusión de amor. Las cosas no se veían ya igual, había emergido un oasis de quietud en medio del ágora, arriba, los cielos abiertos cedían el paso a la luz ardiente que derramaba el carro alado de Apolo y que como gracia divina resplandecía sobre todos. La calma fue tal, el silencio tan profundo, que fue entonces cuando la música del Olimpo alcanzó a escucharse en estos territorios aciagos.

Animación - Apolo Liceo