martes, 17 de junio de 2008

Reencuentro literario


Hacía ya algún tiempo que no leía novelas. Me había dedicado a leer ensayos y artículos académicos, libros filosóficos o teológicos. Pero, aprovechando un estado de ánimo un tanto melancólico, y atraído en los últimos días con gran fuerza por el espíritu de Chesterton, me decidí a tomar y abrir La esfera y la cruz. Desde el primer capítulo atrapó mi curiosidad con ese comienzo tan original: tenía que conocer el final. Leí pues, el libro con rapidez y fruición.

Y mientras leía la novela, fascinado, había recordado mis años universitarios cuando literalmente me inundaba de literatura y poesía. Al cerrar La esfera y la cruz, pensé convencido que ya no podía ahora dejar de leer: había hallado hermosos parajes de otros tiempos que tenía ya olvidados. Recordé entonces los libros que habían quedado pendientes desde aquellos días en mi alma mater. Así me decidí por Werther. Pues bien, con todos los "defectos" que podrían los quisquillosos haber encontrado en La esfera y la cruz, sin duda es un libro que resulta mucho más agradable y provechoso que el irrespirable Werther. He leído un libro detrás de otro y el contraste ha sido más que notorio. Como oponer universalidad vs. individualismo; reflexión espiritual vs. catarsis egoísta; poiesis original vs. naturalismo...

La verdad es que esperaba mucho más de Werther. Recuerdo que hace ya unos nueve o diez años, una joven alemana me recomendó el libro de Goethe con un entusiasmo convincente. Quizá si lo hubiera leído entonces lo hubiera encontrado mejor.

Con todo, no se crea que pienso haber perdido el tiempo leyendo ese "clásico" alemán. Al contrario, pues refleja fielmente la fina inteligencia de Goethe, que siempre tiene algo que enseñarnos. El final es ciertamente impactante, aunque se anuncie desde varios capítulos atrás.