jueves, 2 de septiembre de 2010

Mente de cantina

¿Qué, ya no bebes? ¿otra vez no tienes con qué pagar? En fin, falta poco ya para que la nefasta rocola apague su absurdo estridente, maldita máquina, obviamente no me cae bien, tan oronda, tan orgullosa, tan de burdel barato, ¿por qué sigue sonando...?

No es niguna otra cosa, te lo prometo, no es lo que dices, nada de eso me hace venir aquí. Bebo y en esta torva cantina... ¿se puede decir eso?, este triste antro de borrachos góticos que pierden sus almas al ritmo que canta la estúpida rocola de un retrofuturo intergaláctico. Créeme, es mi mente, ese corcel rebelde y bronco, ese reto de todos los días, quien hoy como ayer me ha traido a esta misma mesa de plástico frente a la única ventana.

Y es que el mezcal hace del antro un lienzo, siempre ya listo para pintar mis historias y discursos, con colores de óleo y dorados que resaltan entre la tiniebla del lugar. Y en esos momentos mi mente, por unos momentos, al fin, conoce paz.

Cantinero, otro tequila para que éste no se duerma. Que falta poco para que el ruido conozca su final.

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