¡No es más que otra noche aquí en Garibaldi! gritó presuntuoso, como quien habita en el paraíso, aquel mariachi regordete con aliento alcohólico, ante el turista de provincia que lo miraba tan callado como atónito. Las luces de la ciudad aún embriagaban al provinciano con ese élixir de cosmopolitismo y novedad; sin duda, para él no era otra noche más, era su noche en Garibaldi, por eso cantaba jubiloso, con la voz cada vez más alta, como proporcionalmente al nivel de alcohol en la sangre, por eso también imitaba el amaneramiento y la voz del cantante español que sonaba entre distorsiones desde un puesto de discos 'clonados':
La música de los diferentes grupos o solistas sigue inundando la plaza, desde su territorio ganado se oponen, discuten y a veces hasta se reconcilian y armonizan en la magia de la noche. Emergen las notas, las voces y los delirios de una plaza que poco a poco se transforma según avanzan las horas y se derrochan más y más canciones de mariachis, corridos, boleros, rancheras o de banda: él sigue, eufórico, gritando y cantando hasta sus sentimientos más reprimidos, mientras los músicos tocan las mejores de José Alfredo, Pedro Infante, Jorge Negrete, Vicente Fernández, Martín Urieta, Juan Gabriel, Miguel Aceves Mejía, y tantos inmortales del pueblo mexicano. "¡Cielo Rojo, Cielo Rojo!" pidió con ansia, pero nada se comparó al verdadero éxtasis que alcanzó al cantar "El Rey", él solo, frente a una audiencia frenética de estudiantes festejando con secretarias indiscretas, briagos de cantina, turistas japoneses y un gringo viejo.
En poco tiempo se formó un pequeño grupo de entusiastas que durante horas no pararon de corear una a una sus canciones favoritas: "Ella", "Paloma negra", "El hijo del pueblo", "Amor eterno", "Volver, volver", "Mujeres Divinas", "La Mano de Dios", "Camino de Guanajuato", "El hijo desobediente", "Malagueña", "Perfume de Gardenias", y un largo etcétera...
No supo, de pronto, cómo llegó hasta este sitio... quedó pasmado por haber reconocido y encontrado la estatua de su ídolo José Alfredo. Se sintió como elegido por algún antiguo designio, emparentado cósmicamente con el gran compositor de Hidalgo. Después de fantasear despierto, tan briago como solo, dijo en voz alta, alzando la vista hacia la estatua: "aún es poco decir que me siento como Rodrigo de Triana gritando:¡Tierra a la vista...! o como el primer azteca en ver el águila sobre un nopal devorando una serpiente..."
Los niños pobres que venden chicles o que piden dinero, interrumpen su agasajo mental con su insistencia, al mismo tiempo, llega otro cantante borracho con su guitarra, ofreciendo "las joyas de Lara o Manzanero": nuestro turista todo acepta, gasta todo su dinero sin prudencia. Así que empezó por pedir "Sabes una cosa", cuyos acordes lo hicieron llorar. Y siguió llorando con "Amor de mis amores", "Veracruz" y "Quinto Patio". En tales momentos, verdaderamente creyó que esos caballitos que prometían ser de Tequila Cuervo le habían revelado algún secreto, alguna nueva ventana de felicidad... Entusiasmado y embebido por el espectáculo presente, por este festivo y jocoso teatro llamado Plaza Garibaldi, "digno de Balzac", "en los lindes entre el edén inocente y el más escalofriante infierno" según las palabras dichas con cierto desdén por el borracho de lentes "de fondo de botella" que escucha el mariachi a sus expensas, pues no trae ni un centavo, sólo abunda en palabrería de intelectual de cantina y una amplia colección de refranes populares...
Un ladronzuelo menor de edad, angustiado, insistentemente le ofreció mezcal adulterado. El provinciano prefierió experimentar "como en la prepa" con el cigarrillo mal líado que traía el jovencito entre sus dedos: "aquí no hay no hay pex, llégale a la bacha, la tira está del otro lado..." No pudo nunca comunicarse con él, no le entendía ni jota, pero ahí estaban los dos, tan lejanos fumando juntos "un humo de paz". Pero él no esperaba "un efecto tan total", según dijo con voz casi inaudible.
Unos payasos cruzan por la acera donde aguarda un cilindrero perfectamente ataviado, a la altura de un antro lleno de luces que inunda la calle de una música pésima a un volumen difícil de tragar, con su alfombra roja y prostitutas de minifalda a la puerta -que por oficio portan excesos de maquillaje e impudicia- y a tan sólo cuatro metros esperan parados, en la misma banqueta, un hombre enano acompañado de una mujer deforme. Un vendedor de animales prohibidos asoma algunos de sus ejemplares buscando un cliente incauto, increíble, trae hasta fieras africanas: por un momento es invadido por un frío cruel, no lo dice ni lo piensa tal cual, pero en sus vísceras alteradas por tanto tequila se pregunta: ¿en qué circo me perdí? ¿o es que la existencia misma se ha vuelto un circo cualquiera?
"qué pasará, qué misterios habrá, puede ser mi gran noche..."
La música de los diferentes grupos o solistas sigue inundando la plaza, desde su territorio ganado se oponen, discuten y a veces hasta se reconcilian y armonizan en la magia de la noche. Emergen las notas, las voces y los delirios de una plaza que poco a poco se transforma según avanzan las horas y se derrochan más y más canciones de mariachis, corridos, boleros, rancheras o de banda: él sigue, eufórico, gritando y cantando hasta sus sentimientos más reprimidos, mientras los músicos tocan las mejores de José Alfredo, Pedro Infante, Jorge Negrete, Vicente Fernández, Martín Urieta, Juan Gabriel, Miguel Aceves Mejía, y tantos inmortales del pueblo mexicano. "¡Cielo Rojo, Cielo Rojo!" pidió con ansia, pero nada se comparó al verdadero éxtasis que alcanzó al cantar "El Rey", él solo, frente a una audiencia frenética de estudiantes festejando con secretarias indiscretas, briagos de cantina, turistas japoneses y un gringo viejo.
En poco tiempo se formó un pequeño grupo de entusiastas que durante horas no pararon de corear una a una sus canciones favoritas: "Ella", "Paloma negra", "El hijo del pueblo", "Amor eterno", "Volver, volver", "Mujeres Divinas", "La Mano de Dios", "Camino de Guanajuato", "El hijo desobediente", "Malagueña", "Perfume de Gardenias", y un largo etcétera...
No supo, de pronto, cómo llegó hasta este sitio... quedó pasmado por haber reconocido y encontrado la estatua de su ídolo José Alfredo. Se sintió como elegido por algún antiguo designio, emparentado cósmicamente con el gran compositor de Hidalgo. Después de fantasear despierto, tan briago como solo, dijo en voz alta, alzando la vista hacia la estatua: "aún es poco decir que me siento como Rodrigo de Triana gritando:¡Tierra a la vista...! o como el primer azteca en ver el águila sobre un nopal devorando una serpiente..."
Los niños pobres que venden chicles o que piden dinero, interrumpen su agasajo mental con su insistencia, al mismo tiempo, llega otro cantante borracho con su guitarra, ofreciendo "las joyas de Lara o Manzanero": nuestro turista todo acepta, gasta todo su dinero sin prudencia. Así que empezó por pedir "Sabes una cosa", cuyos acordes lo hicieron llorar. Y siguió llorando con "Amor de mis amores", "Veracruz" y "Quinto Patio". En tales momentos, verdaderamente creyó que esos caballitos que prometían ser de Tequila Cuervo le habían revelado algún secreto, alguna nueva ventana de felicidad... Entusiasmado y embebido por el espectáculo presente, por este festivo y jocoso teatro llamado Plaza Garibaldi, "digno de Balzac", "en los lindes entre el edén inocente y el más escalofriante infierno" según las palabras dichas con cierto desdén por el borracho de lentes "de fondo de botella" que escucha el mariachi a sus expensas, pues no trae ni un centavo, sólo abunda en palabrería de intelectual de cantina y una amplia colección de refranes populares...
Un ladronzuelo menor de edad, angustiado, insistentemente le ofreció mezcal adulterado. El provinciano prefierió experimentar "como en la prepa" con el cigarrillo mal líado que traía el jovencito entre sus dedos: "aquí no hay no hay pex, llégale a la bacha, la tira está del otro lado..." No pudo nunca comunicarse con él, no le entendía ni jota, pero ahí estaban los dos, tan lejanos fumando juntos "un humo de paz". Pero él no esperaba "un efecto tan total", según dijo con voz casi inaudible.
Unos payasos cruzan por la acera donde aguarda un cilindrero perfectamente ataviado, a la altura de un antro lleno de luces que inunda la calle de una música pésima a un volumen difícil de tragar, con su alfombra roja y prostitutas de minifalda a la puerta -que por oficio portan excesos de maquillaje e impudicia- y a tan sólo cuatro metros esperan parados, en la misma banqueta, un hombre enano acompañado de una mujer deforme. Un vendedor de animales prohibidos asoma algunos de sus ejemplares buscando un cliente incauto, increíble, trae hasta fieras africanas: por un momento es invadido por un frío cruel, no lo dice ni lo piensa tal cual, pero en sus vísceras alteradas por tanto tequila se pregunta: ¿en qué circo me perdí? ¿o es que la existencia misma se ha vuelto un circo cualquiera?
Plaza Garibaldi en flickr
11 comentarios:
Voy a empezar por lo más general y luego me voy a los detalles.
La primera vez que lo leí, entendí una cosa distinta de la que entendí cuando lo leí la segunda vez; es decir, hay por lo menos dos posibles interpretaciones de la trama del texto (o de tu intención con el texto). La primera vez que lo leí, pensé que se trataba de la transformación de la experiencia o vivencia que tiene un turista hacia una experiencia de circo infernal; pero, entonces, la última pregunta del protagonista queda fuera de lugar, porque la palabra 'existencia' le queda grande a la experiencia del turista, que ocurre en un tiempo tan breve y en un espacio tan pequeño. Por otro lado, en la primera lectura, si el cuento trataba de esta transformación de la experiencia vivida en Garibaldi hacia una cosa grotesca, no se siente la transformación, no se siente un paso gradual de algo menos grotesco a algo más grotesco, y lo que ocurre entonces es que se siente más una descripción de cómo es (o puede llegar a ser) Garibaldi que una transformación.
Ahora voy con lo que entendí la segunda vez que lo leí. Pensé que se trataba de cómo la existencia de un hombre se ve tan trastocada por una vivencia (de una sola noche y en un lugar no muy grande), que llega a preguntarse si está en un circo o si la existencia se ha convertido en una especie de circo de lo grotesco. En este caso, la vivencia de Garibaldi le queda chica a la palabra 'existencia', pues llegar a preguntarse "¿o es que la existencia misma se ha vuelto un circo cualquiera?", llegar a concluir tal cosa acerca de la existencia requeriría episodios más largos a lo largo de la vida o un evento muy traumático; a menos que este encuentro que tiene el turista con Garibaldi resulte traumático; si éste es el caso, tal vez habría que tener más indicios del personaje, de cómo es, para saber por qué resulta tan traumático o tan perturbador para él, que lo hace transformar su visión acerca de la existencia. Todo esto con el fin de darel más consistencia y cohesión a la historia, al final.
Otra vez, por la consistencia del personaje, una pequeña observación: cómo puede llegar a la conclusión de circo de lo grotesco si ha tenido este encuentro con la estatua de José Alfredo Jiménez (su ídolo), la cual equipara con el descubrimiento de América o el del águila en el nopal por los mexicas.
Voy a los detalles más tarde.
Gracias por la observación, me parece que lo que quise decir queda más claro con la siguiente redacción:
"¿o es que aquí la existencia misma se ha vuelto un circo cualquiera?"
No sé si la precisión de "aquí" ayude a clarificar que no es la existencia del personaje, sino, digamos, la-vida-humana-en-Garibaldi.
Lo de la estatua de José Alfredo pretende ser una de esas exageraciones sentimentales típicas de los borrachos. Este es otro "exceso" en Garibaldi: el de la pasión que lleva a llorar, cantar o gritar con los mariachis.
Muchas gracias por tus observaciones, las valoro mucho, son, como diría un catedrático de Navarra "obras de misericordia". Al mismo profesor gusta de repetir a los académicos: "Leedos los unos a los otros..."
Oooh, si entendí bien, la idea de lo que quieres hacer está padre, nomás que a lo mejor no tan fácil... La idea es entonces mostrar, por un lado, que al protagonista le resulta circense y grotesca toda esa realidad de Garibaldi que está viviendo, y además participa en esa realidad, se incorpora a esa realidad de excesos; por otro, (falta) mostrar el punto de referencia del protagonista: su propia vida. En el texto hay una muestra de ese punto de refencia, pero es muy pequeña: lo único que se menciona acerca del protagonista es que es provinciano. Sin ese punto de refencia, no queda tan claro de dónde viene todo eso de lo circo de lo grotesco (una cosa sí queda clara: el personaje no ha tenido buenas experiencias en los circos o sólo ha ido a circos grotescos). Entonces, según yo, lo difícil es mostrar vivencias (u opiniones o puntos de vista) del protagonista que contrasten con lo que está viviendo, sin romper con la fluidez de la historia. Se me ocurre que se podría hacer, tal vez, con destellos de su vida en provincia (no lo sé, es una sugerencia). Sin ese reforzamiento de la vida del protagonista, siento que pierde fuerza todo eso de lo circense.
Bueno, quedan pendientes los detalles.
Pierde fuerza porque, creo, si no aparece el punto de referencia del protagonista, el punto de referencia que se impone es el del lector (en este caso el mío), y éste puede haber estado en Garibaldi o no; si sí, tal vez vivió de otra manera Garibaldi, y si su experiencia es completamente opuesta a la del protagonista (o no considera grotesco lo que el protagonista sí), lo circense y grotesco pierde su fuerza.
Híjole, siento que ya me estoy metiendo mucho con tu obra; bueno, me imagino que si algo no te parece, simplemente lo descartarás.
Bueno, ahora voy a los detalles. Voy a numerarlos para que sea más fácil recordarlos.
1. No hay una uniformidad en los tiempos verbales: hay párrafos escritos en pasado y otros en presente. Habría que decidir qué tiempo verbal es aquel en el que quieres narrar la historia.
2. Pusiste “élixir” en lugar de “elíxir”.
3. Después de “sin duda, para él no era otra noche más, era su noche en Garibaldi”, colocaste una coma, pero enseguida hay una oración con una cláusula (las cuales siempre se precedan con una coma, como lo hiciste), y entonces la coma desués de “Garibaldi” ya no tiene función de enumeración, así que hay que poner un punto y coma.
4. Algo parecido ocurre con el segundo ‘por eso’ de ese párrafo.
5. Donde dices “discos 'clonados'”, clonados no lleva comillas sencillas, pues simplemente es un uso figurativo de esa palabra u otra acepción.
6. La oración ‘La música de los diferentes grupos o solistas sigue inundando la plaza, desde su territorio ganado se oponen, discuten y a veces hasta se reconcilian y armonizan en la magia de la noche’ es una enumeración. En seguida de la primera coma, pones una preposición, lo que podría hacer creer al lector que viene enseguida una cláusula explicativa de la oración antes de la coma; sin embargo, no es así, sino que sigue una oración completa; así que para evitar tal confusión, sugeriría poner a la segunda oración de la enumeración en el orden usual: ‘se oponen desde su territorio ganado’, y así evitar la confusión.
7. Justo después de ‘ “¡Cielo Rojo, Cielo Rojo” ’ habría que poner una coma. Cuando está invertido el orden de lo dicho y el ‘dice’, o cualquier otro verbo que indique que se ha dicho algo, va una coma justo antes de dicho verbo.
8 . Usas comillas dobles para indicar que una palabra es el título de una canción. Normalmente las dobles comillas sólo se usan para citar o para enfatizar (ahora para enfatizar se usan las cursivas). Cuando se trata de títulos de libros, se pone sólo la primera letra del título en mayúscula y el nombre completo en cursivas. Para nombres de canciones no sé cuál sea la regla. Cuando es el título o nombre de un artículo, si no me equivoco, sólo se pone la primera letra en mayúscula pero no se pone el nombre en cursivas. A lo mejor para el título de canciones es parecido. No lo sé; habría que averiguar.
9. En la oración ‘No supo, de pronto, cómo llegó hasta este sitio... quedó pasmado por haber reconocido y encontrado la estatua de su ídolo José Alfredo’, no queda claro si ‘este sitio’ se refiere a Garibaldi o al lugar donde se encuentra la estatua.
10. La oración ‘ver el águila sobre un nopal devorando una serpiente..." ’ tiene que terminar con un punto final, así: serpiente...". Se ve feo, pero así es la regla. Cuando una cita es el final de una oración o una frase en paréntesis, el punto y seguido o final de la oración va fuera de las comillas o del paréntesis. En el caso que nos atañe, hay puntos suspensivos, los cuales forman parte de la cita, así que va un punto al final de la oración.
Al rato sigo con los detalles. Ya sólo son dos o tres.
Borré al anterior, porque era sólo una parte del anterior. Blogger me había dicho que el comentario era muy largo y que se había producico un error, y pensé que no se había publicado, pero sí.
Uf, pues hay mucho que revisar. Lo checo y vemos.
Creo que es lo usual (tantas cosas por considerar) cuando uno revisa un texto. Lo más fácil de checar siempre son los detalles de puntación, pues sólo hay que conocer las reglas... bueno, y también tener maña para acomodar un texto (reordenarlo, buscar sinónimos, crear niveles o jerarquías entre las oraciones para darle la estructura que lo haga lo más claro, o si no claro, lo más apegado a la intención que tengamos en mente). Lo más difícil de checar, y en lo cual no soy experto, es todo aquello que no tiene que ver con la puntuación: la trama, el ritmo, la estructura del texto, el hecho hacia donde uno quiere enfocar la antención del lector, y otros temas que se aprenden discutiendo la obra con otras personas o siguiendo la propia intuición al releer su propio texto tras un período de olvidarlo por un rato, al reencontrarse uno con su propio texto. La discusión del texto con otras personas ayuda mucho porque siempre se le escapa a uno algo que no vio, alguna posibilidad, un pequeño detalle que puede ser trasecendente. Te sugeriría ir a un taller literario en el que todos lleven sus textos para discutir a éstos entre todos. Ahí harían todo lo que hicimos con este texto. Digo, habría más puntos de vista, además del mío, que estaré siempre disupuesto a dar, si quieres lo dé para algún texto en particular.
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