sábado, 31 de julio de 2010

Box

Concentrado, absorto y atento, en el ring ya no hay tiempo para vacilar, mide sus pasos y los de su enemigo, se mueve con astucia y tacto, recrea un baile de finura y fuerza, en su mente es agua, hasta que de súbito golpea como roca.

Round tras round, la tensión quiere cansar y pesar en la balanza. El combate mismo, por su naturaleza, sacará el heroísmo -o la vileza- de cada contendiente.

Un jab fulminante, tan espóntaneo como certero, hasta no parece que ha sido trabajado por décadas de disciplina, con la perseverancia del que cosecha el buen vino, más el cálculo inteligente del ajedrecista que contempla toda jugada y perspectiva a cada paso.

Suene o no la campana, el estratega dentro del boxeador no cesa, sus ojos ya son los del guerrero, se ha negado a sí mismo, se ha confirmado y ha hecho ya el sacrificio: se ha entregado a la divina vocación de la guerra.

No hay comentarios: